Última carta de Stefan
Maeros a Nicolá Radou.
“Sé que tienes muchas dudas,
mi querido Nicolá, no tenía pensado contarte esto tan pronto, pero ya me
explicó Berto lo que ocurrió el día anterior. Este plan que tanto tiempo he
estado preparando no quería ni quiero que se desmorone, por eso he accedido a
contártelo. Pero antes quiero que sepas la razón de todo esto; llevaba mucho
tiempo queriendo agradecerte de alguna manera lo que hiciste por mí cuando nos
conocimos en Coppenhague. En esos momentos estaba de duelo por la muerte de mis
padres, un suceso repentino a la vez que doloroso y más por las circunstancias en
las que ocurrió todo. Fueron asesinados cruelmente por un tipo desalmado que,
gracias a Dios, la justicia pudo encerrar. Mi estado de ánimo y mis ganas de
vivir estaban por los suelos y estuve a punto en más de dos ocasiones de quitarme
la vida. Pero tuve la suerte de encontrarme contigo y cuando supe que eras
profesor de piano, pensé que la música podía ser una vía de escape para mi
situación, ya que desde siempre había querido aprender a tocar algún
instrumento. Y fue mi salvación, mi bálsamo para intentar tapar esa herida tan
grande que había desgarrado mi corazón. Gracias a ti y a la música, podía mirar
a los ojos a la vida y decirle que podía ser feliz. En aquella época no tenía
fuerzas para contarte mi estado de ánimo, no era muy fácil para mí abrirme a
alguien desconocido. “
“Durante muchos años tuve
una espina clavada en mi interior que me hacía sentir incómodo y hasta que no
te compensara lo que habías hecho por mí no me quedaría tranquilo. Por eso
nunca dejé de escribirme contigo cada año, para saber dónde te encontrabas y
así cuando supiera cómo agradecértelo, podría localizarte. Y ese día llegó.”
“No te voy a contar cómo llegué a saberlo, pero gracias al azar, me
enteré que Georgina Dumitrescu había vivido nueve años en Berlín, como camarera
en una cervecería muy conocida del centro de la ciudad. Este local era
regentado y creo que todavía sigue siéndolo, por artistas del cine, del teatro,
escritores y músicos. Un día tú pasaste por allí y la conociste. En aquella
época, debían ser finales de los años 70, Georgina seguía siendo una mujer
bonita, aunque tímida y también un poco corta ya que se dejaba engatusar por
cualquiera que se pusiera a hablar con ella. Aunque tú no tenías una conversación
demasiado fluida, tu porte de caballero y tus buenas prendas hicieron que ella
se enamorara de ti. A ti te gustaba su compañía por eso salisteis juntos
durante unos meses, pero en ningún momento pensaste en comprometerte con ella.
Georgina quería quedarse embarazada como fuera (nunca llegó a decírtelo) y lo
intentó en muchas ocasiones. Pero hubo un momento que tú no querías saber nada
de ella, se estaba volviendo cada vez más pesada, histérica y además
controladora. Como no encontrabas trabajo de profesor, te marchaste de Berlín
sin decirle nada. Georgina, tras la ruptura, se volvió loca y empezó a autolesionarse como si eso
pudiera hacer desaparecer de su cabeza los sentimientos que todavía tenía hacia
ti. Pero en su interior, su instinto maternal entró en escena para proteger a
la niña. Decidió al final tener a Jana.”
“Sé lo que estás pensando,
se trata de la misma niña con la que has compartido estas últimas tardes en mi
casa. Cuando supe que era tu hija, no dudé en planear todo esto para que la
conocieses, era mi manera de agradecerte todo lo que hiciste. Pero era
importante que Georgina no te viera, porque a pesar de que han pasado muchos
años no creo que se haya olvidado de ti y conociendo su personalidad, es fácil
adivinar cuál sería su reacción al volver a verte después de tanto tiempo.
Escapar, denunciarte, cualquier argucia que se te pueda ocurrir, por eso era
muy importante y así te lo hice saber en todo momento que no debías de salir de
casa. También Berto, el portero, se estaba encargando de que fuera así.“
“He podido hablar con un abogado
amigo mío, y es posible que se pueda preparar una demanda para quedarte con
Jana. Todos los vecinos tienen a Georgina por una loca que no es capaz de
cuidar y criar a una niña y seguramente no tendrán reparos en declarar a nuestro
favor para que la custodia se la den a un tutor, amigo de la familia. Aquí en
Rumania no existen pruebas de paternidad suficientemente eficaces para que un
tribunal pueda darte la paternidad de Jana. Solo se podría demostrar que no
eres el padre al cien por cien; no hay un grado de certeza alto en esas pruebas
que un tribunal pueda aceptar como válido, así que lo de la tutoría es la mejor
opción. A partir de ahora tienes que seguir mis consejos uno a uno y creo que
juntos lo conseguiremos. Podrás estar con tu hija todo el tiempo que quieras.
Este es mi regalo, este es el gran favor que
necesito que aceptes para poder saldar mi deuda contigo. Solo tienes que
esperar mis instrucciones, te iré diciendo qué hacer a continuación. “
Atentamente,
Stefan Maeros.
*****
Carta de Nicolá Radou a
Stefan Maeros.
Cómo me hubiera gustado
hablar contigo cara a cara, que me explicases la anterior carta punto por punto
y así poder contarte cómo me siento tras conocer
esta increíble noticia que me has dado. Al no saber cuándo podré volver a
verte, pensé que la mejor manera de explicarte todo lo que siento era
escribirte esta carta. Lo siento mucho, pero necesito abandonar este plan que
has construido a mi alrededor, aunque estoy seguro que lo has hecho con la
mejor intención. Ante todo te agradezco lo que has hecho por mí, haberme tenido
en tus pensamientos durante tanto tiempo queriendo recompensarme por algo que
hice sin esperar nada a cambio.
Cuando leí tu carta, sentí
un sinfín de dudas que me corroían por todo mi cuerpo y no sabía qué hacer.
Tenía que hablar contigo, sentarme delante de ti y plantearte todas las
preguntas que se agolpaban en mi cabeza, pero tú no estabas aquí, solo podía
comunicarme contigo por carta y la conversación podría aplazarse más de lo que
yo deseaba. No podía soportar tanta espera.
La única persona que podría
disipar esas dudas aparte de ti era Georgina, aunque temía enfrentarme con ella
porque sabía cuál iba a ser su reacción al verme. Armado de valor, bajé a su
puerta y la cara que puso al abrirme no voy a olvidarla jamás. No vi nunca
tanto odio ni tanta dureza en una mirada, se puso a gritar tan alto que
seguramente todos los vecinos la oyeron, hasta Jana que estaría en su
habitación. No tardó en soltarme que todavía se acuerda de los días tan malos
que pasó cuando la dejé. Yo no tenía ni idea de que se había quedado
embarazada, yo tenía tan claro que no quería seguir con ella. Aunque hubiera
sabido su estado no tenía la certeza de que mi decisión hubiera sido diferente
en aquel momento. El encuentro duró apenas unos minutos, no podía razonar con
ella y estaba seguro de que Jana era mi hija, pero Georgina haría todo lo
posible para que no la viera ni ejerciera de padre.
Volví a tu casa con mis
ánimos por los suelos y sin saber qué debía hacer a continuación, me sentía
como un niño desamparado al que sus padres han abandonado. Mis pensamientos me
decían continuamente que tenía que hacerte caso y que, gracias a ti, en poco
tiempo ella podría ser mi ahijada. Pero al salir de mi escondite y al enterarse
Georgina de mi existencia, seguramente había echado al traste todo el plan que tenías
organizado. Ella se podría marchar y yo, ¿qué podía hacer para evitarlo? ¿Podía
luchar? Algo dentro de mí me decía que debía bajar los brazos, en el fondo no
quería alejarla de Georgina a pesar de que no se comportaba con Jana como debía
hacer una madre. Yo solo recuerdo a mi madre durante parte de mi infancia ya
que un día, sin saber todavía por qué, me la arrebataron y todavía hoy no sé dónde se encuentra y si todavía sigue viva. Esta
espina clavada no quiero que Jana también la tenga, no quiero que se lamente en
un futuro de no haber vivido con su madre. Además, qué
sería de mí con una criatura como Jana, ¿cómo la cuidaría? No tengo trabajo,
apenas tengo dinero para mantenerme yo. Tengo decidido que quiero asentarme
primero, conocer a alguien, a una mujer que me quiera y luego, aunque pueda
sonar algo ridículo, tener un bebé fruto de ese amor. Llámame anticuado, pero
es lo que siento y es lo que quiero aunque me costará mucho no volver a ver a
Jana. La echaré mucho de menos. Igual que a ti, mi querido amigo.
A pesar de mi decisión, te
agradezco enormemente lo que has hecho por mí. No pensaba que alguien como tú, después
de no vernos en tantos años, me hubiera reservado esta gran sorpresa. Muchas
gracias, de verdad. Espero que todo te vaya tan bien y disfruta de tu piano.
Algún día nos reuniremos en torno a él. Ahora solo quiero escapar y buscar mi
vida.
Un abrazo más que afectuoso,
Nicolá Radou.
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